El tema es que nadie habla sobre esto. Al menos no muy seguido.
Sigo en la búsqueda de estar en paz. No estoy acostumbrada a solo «estar»; me cuesta relajarme, pensar en meditar me da ansiedad porque siento que nunca logro solo fluir y el sentido de fracaso es grande y me agobia…
He tenido días en los que la depresión es más fuerte que otros, he tenido días en los que el «do it anyway» que llevo en mi brazo, resultado de un «aha! moment» mientras escuchaba el libro de Julie Smith, «Why has nobody ever told me this before» ha pesado más y probablemente me ha salvado de seguir cayendo en un bajón.

He tenido días inesperados también en el que una reunión de amigos se vuelve una terapia grupal, en la que todos hablamos, en un safe space de momentos en los que hemos estado más abajo de lo normal. Dejamos de pelear con la vida, no porque hayamos aprendido a fluir, sino desde un lugar de derrota. Pero no es lo mismo rendirse que respirar entre olas. Hay días, en los que cada centavo puede significar un universo paralelo más adelante y en el que el «aquí y ahora» se vuelve más complicado de aterrizar.
Dejar de pelear con la vida, aunque sea momentáneamente, no significa que te has dado por vencido. Significa que necesitas tomar aire entre el cumulo de olas que no dejan de azotar; porque por supuesto, este tipo de cosas, crisis, momentos, no son individuales… como a mi me gusta decir, traen cola. En mi caso fueron los electrónicos (laptop, lavadora y hasta el carro) que tuvieron fallo y Totó, mi primer gato, que ya varios me han dicho que solo está haciendo su trabajo según muchas creencias. Si es verdad o no, no lo sé, pero si se que esto tenía cola y necesitaba estar presente en muchos otros aspectos de mi vida.
Me he dado cuenta, 12 meses más tarde, que he tenido amistades en hold, como si nada. La verdad es que había dejado a mis amistades apartadas por sentirme super comprometida por «salvar el mundo» y ahora que veo todo lo que ha pasado, me da pena que no pude darme cuenta en qué momento dejé que eso se me saliera de las manos.
Sigo trabajando, día a día para luchar contra todo, que al final no es como hace 12 meses, es un TODO desde la ansiedad, del no poder controlar las cosas, del querer saber ya cuando todo este proceso tendrá fin y volveré a la programación regular, que me da un poco de paz y tranquilidad. Se que eso no depende de mi, depende del universo y los tiempos y los movimientos que considera que yo necesito hacer.
Si algo he aprendido en este tiempo es que está bien no estar bien. Que dejar de pelear no significa rendirse, sino darse una pausa para respirar. Y quizás, solo quizás, todos estamos un poco rotos, pero también seguimos aquí, intentandolo. Hasta aquí este pequeño desahogo. Como siempre, gracias por leerme.